Hebras de colibrí
Diseños hechos a mano en tela y papeles originarios

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Por YaaX Magón ( quien camina  con titubeos, en sus primeros pasos por las letras).


Colibrì
Aguja de viento                    
danza en el terso floral;      
enjambre de alas.

Silabario
Profesor: divida en sílabas la palabra: hipopotomonstrosesquipedaliofobia
Alumno: hipopotomonstro…¿qué?
Profesor: Escuche con atención: hi-po-po-to-mons-tro-ses-qui-pe-da-lio-fo-bia, ¿entendió?
Alumno: No podré hacerlo profesor, me causa pavor solo pensar en esa palabrota.
Profesor: Le recomiendo que baile cada vez, marcando una sílaba y un paso, y así le será más fácil.
Alumno: Déme tiempo, no coordino bien.
(El alumno recitando a todo pulmón la palabra requerida, baila sin cesar, obteniendo grandes resultados)
Profesor: ¡Vea que lo está logrando!
(Suena una campanilla sobre la mesa, que se acompaña de una cascada de risotadas como un eco maligno. “El alumno” despierta de su práctica noctambular después de un jitomatazo aterrizando sobre su rostro y se encuentra… ¡¡¡¡En plena sesión camaral!!!)

Dogma
Cuando al sexto día, Dios continuaba creando a los animales del mundo, tuvo un lapso de reflexión en el que se debatía, en cómo crear a la siguiente creatura que fue el ser humano. No sabía si debía darle conciencia o no, así que después de  dar vida a Adán y a Eva, Dios tomó una pausa para soñar y en dicho estado concibió al animal político. Dicha sustancia cobró ser, cuando Eva discrepó con los preceptos al comerse la manzana.  Más tarde cuando el mundo se pobló y Dios envío las plagas para  castigar a los hombres, se le pasó la mano y, como última epidemia extendió sobre la tierra al político animal.

Corazón que grazna
 Comenzó con extraños ruidos internos  que se hacían más presentes por las noches, el sonido, como de un aack aack aa, lo despertaba a deshoras… ¿o acaso soñaba? El rumor se acallaba a medida que el día se deslizaba. En temporadas de oscuridad invernal se encontraba desasosegado, tenía un sentimiento revoloteante de desconcierto. Tomó cuanto tuvo a mano y sin embargo, esa presencia recóndita atizaba su intensidad, en sus paseos solitarios, frente a los sembradíos.  El remediador,  experto en enfermedades desconocidas, encontró la causa: mediante un arranca corazones, extirpó  la pequeña y bruna ave que anidaba en su corazón.

Manzana encallada
A Eva le gustaban las manzanas y el único árbol del jardín, estaba vedado para ellos. Si bien no podría alargar la mano para desprender alguna, sí habría podido esperar su caída y habría gozado de su piel e hincado diente en su sedosa carne. Excepcionalmente pudo ocultar los frutos en su cuerpo, blando entonces, ya en sus delicados senos como caparazón, cuando Dios se presentaba a contar sus creaciones vegetales   y a admirar a sus criaturas. Afortunadamente para ella, Dios no tenía tan buena memoria para los números y, como aún, ni la tiza ni el lápiz se habían inventado, su cálculo no era tan preciso. Pero un día para probarlos en fidelidad, Dios decidió endurecer el corazón de las manzanas, así que, cuando ante la poma caída, Eva trató de morder el fruto, se topó con un centro tan frío y tan mineralizado como una piedra. Entonces su cuerpo se endureció y no pudo esconder más su quebranto; buscó a Adán y en medio de la desesperación de verse descubierta, encalló en su  garganta la transgresión.


Vendaval
Envuelves con tus alas de viento fugitivo y rafagueante mis pensamientos, habitante del torbellino, estás presente en mis horas crepusculares; eres brisa que juega con sus manitas sobre mi cuello, entre las gotas de arena; remolino entre mis hebras espigantes, céfiro que recorre mi espalda en sus estremecimientos; aura entre colinas, aliento en mis deseos, soplo en mi corazón.

Girasol
Pude ver en tu pupila, un centro pardo y una constante de manchas amarillas difuminadas rodeándolo en un fondo verde-azul; poco después, fue más evidente el surgimiento de un ser vegetal, que como un imperio, se expandió buscando siempre que el sol lo mirase.



Archipiélago
El capitán infamias escupía dientes como artefactos punzantes, aderezaba la mentira y encallecía la rabia. De esa manera caminaba y se expandía bajo su febril lengua que eclosionaba balas verbales por todo el globo. La libertad peligraba, los sueños se desplomaban como pájaros envenenados y el hombre sólo construía islas y hacía del mundo… un archipiélago.


Renacer
No más
esta noche grande
Este útero vacío
Esta tierra humillada
Patria baldía
Es preciso  romper  la tierra
Con la frente, con las manos
Con el cuerpo vegetal
para salir a  la luz
como un fruto nuevo.

Parto
Hoy quisiera parir un árbol
Abrir todas las ventanas
Meter al tendedero el corazón
Respirar hasta desfallecer
multiplicar los cantos del jardín
hacer brotar la vida de la tierra.

Nosotros, ustedes, nosotros
Mordió la noche como una culebra
Nos encontró huérfanos de voces, de alegrías.
Sembró nubarrones en el cielo
Nos miró con filo de cuchillo.
Abrió sus alas de ébano
Mientras el cuervo nos lapidaba con su canto:
los muertos nos lloraban.

“Corazón cargado en la necesidad de correr"[1]
   Escondidos entre el mar vegetal de madreselvas, en medio de la caricia envolvente de la  satinada esencia de  flores, esperamos ansiosos aparezca en el horizonte: la ligera, diminuta y volátil presencia del colibrí.
Emprendemos nuestra batalla contra el mundo estrepitoso y ganamos terreno en la parcela del silencio, en ese océano en donde todo rumor puede ser percibido, encendemos el canal auditivo para ser receptores del deseado aleteo.
Presencia de figura delgada y aguda, el pico a veces como una espada finísima y atenuada,  inclusive más prolongada que la propia geografía.  Espadachín del viento, relámpago multicolor, ráfaga de esperanza verdeazul, arte viviente.
Se te enuncia como un corazón galopante de lengua bífida, ciudadano del siempreverde, ser flotante: que navegas raudo en el mar de aire; tus alas como dos velas, se incrustan en la piedra del tiempo; es tu danza batiente, un impulso en fuga. 
Esos pensamientos nos circundan mientras camina el paso del tiempo, en tanto agudizamos el oído, nos abandonamos en la marea del abrazo y las iniciales notas palpitantes del éxtasis de estar juntos enraizados a la tierra; el beso es un enjambre abrazador, que como trepadora, inunda cada centímetro de nuestro universo, las bocas pobladas de tantos habitantes crepusculares, libran un combate de lunas menguantes que sellan el silencio.
Repentinamente, como un milagro, el susurro de mil alas chocando contra el aire se posa en las flores tubulares, entonces somos testigos de la presencia del ser frecuentador de enrojecidos pétalos, que atraído esta vez, por la delicia del nácar, no le bastan por cientos los capullos.
Y ahí vas… como un tumulto de movimientos frenéticos, que te sostienen, cual si araras en el aire; tu canto es misterio imperceptible, de tu voracidad  por el elixir botánico se desata  y estalla tu explosión de generoso apetito amoroso.
Desapares en el confín del cielo, como un bullicio de espigas amotinadas.



[1] John Trudell. Bad Dog.

 
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